martes, 2 de agosto de 2016

Lo que pasa mientras juegas Pokémon Go


Boris Leonardo Caro1 de agosto de 2016
He cazado 53 pokémones en un par de días. El último era un Zubat, esa especie de murciélago azul sin ojos. Revoloteaba sobre la tendedera de ropa recién lavada. Sí, la fiebre de Pokémon Go también ha contagiado a mi familia y el barrio se ha poblado de seres fantásticos.
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Pokémon Go transforma el paisaje real en un universo poblado por criaturas fabulosas (EFE)
El juego para teléfonos móviles se ha extendido como una pandemia por alrededor de 40 países. Rompe récords, atrapa la atención de todos: simples consumidores, experimentados inversionistas que vigilan el valor de las acciones de Nintendo, políticos a la caza de votantes, redactores de trucos para ser exitoso en cualquier cosa, periodistas… Ese frenesí, aunque pasajero, revela una parte de lo mejor y lo peor de nosotros.

¿Quién es Joe Biden?

Vox y la encuestadora Morning Consult sondearon a 2.002 estadounidenses la semana pasada. Entre los menores de 30 años, el 98 por ciento reconoció a Pikachu, la famosa mascota de la franquicia Pokémon. Solo seis de cada 10 pudieron identificar a Joe Biden, el vicepresidente de Estados Unidos.
No saquemos conclusiones apresuradas. Decir que a los jóvenes no les interesa la política constituye un lugar común, propio de mentes al borde de la decrepitud. Basta con mirar a los seguidores de Bernie Sanders… ¿quién? En fin, ni Biden ni Sanders protagonizan ya la campaña electoral más importante de la historia reciente de Estados Unidos. Seguramente, si la encuesta hubiese incluido a Donald Trump y Hillary Clinton, los resultados serían diferentes.
Pero no se trata aquí de política norteamericana, sino de fervor. Según un artículo publicado por la cadena canadiense CBC, para los fanáticos de Pokémon Go la aplicación es “todo lo que siempre quisieron, todo lo que soñaron cuando eran niños, por lo que vale la pena salir de casa y todo lo bueno en el mundo.”
Esa pasión no sorprende. Ha sido cultivada desde la década de 1990, cuando la franquicia Pokémon salió al mercado, primero como videojuego y luego como cartas, series de televisión, filmes, publicaciones y juguetes. Los amantes de estas criaturas han esperado durante mucho tiempo esta aparición en el mundo real, al menos hasta donde lo permite la realidad aumentada.
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Los jugadores de Pokémon Go sienten que pertenecen a una comunidad, a un movimiento cultural (CNET en español)
Sin embargo, uno no puede dejar de sonreír cuando lee testimonios sobre los beneficios de Pokémon Go. Los jugadores han redescubierto sitios de su entorno que antes pasaban desapercibidos: un museo, un grafiti, una escultura, un comercio local… El deseo de incubar huevos para obtener nuevos pokémones ha obligado a muchos a romper sus sedentarias rutinas. Caminan decenas de kilómetros y en el camino encuentran a otros cazadores. El juego ha fomentado la socialización.
Lo curioso es que aquellos lugares significativos existían antes de la aparición de las poképaradas, no faltaban las razones para realizar ejercicios físicos y la gente… no necesitamos un radar para localizarla. ¡Pero estábamos tan sumergidos en nuestras agitadas vidas de cada día!
Vivimos una época frenética. El llamado “miedo a perderse algo” (FOMO, por el nombre en inglés “fear of missing out”) aguija el comportamiento de cientos de millones de personas. Perseguimos lo viral, lo que está de moda, lo último… que pronto devendrá lo penúltimo ante la emergencia de otra novedad. Y en el fondo el temor a la soledad que las redes sociales y las aplicaciones de teléfonos inteligentes apenas alivian, mas no curan.

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