martes, 14 de junio de 2016

Discurso del secretario general de la OEA

Referencia: D-003/16
13 de junio de 2016

Discurso del Secretario General de la Organización de los Estados Americanos (OEA), Luis Almagro, a la XLVI Asamblea General
*** Contrastar con versión leída ***
Si para 2030 queremos dejar atrás la pobreza tal como la conocemos hoy y pasar a un hemisferio con equidad,  donde los patrones de producción y consumo se inviertan y den lugar a modelos más sostenibles de vida en común, es imperioso comenzar ya a dar los pasos en esa dirección y para ello estamos ante un claro desafío cultural y ético.
Queridos anfitriones Dominicanos
Cancilleres de la Américas
Amigas y Amigos
Avanzar hacia la sostenibilidad integral en nuestro hemisferio requiere de una transformación institucional que genere un nuevo alineamiento entre los objetivos a lograr y el soporte institucional para poder alcanzarlos. 
Cuando la ONU adoptó la Agenda 2030 con los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), de hecho se generó un clara guía de acción para  todos los Gobiernos, así como para sus socios en desarrollo a nivel nacional, regional e internacional.
Esta nueva agenda plantea que las iniciativas para poner fin a la pobreza, en todas sus dimensiones- deben ir de la mano de estrategias que favorezcan el crecimiento económico y aborden una serie de necesidades sociales, entre las que se señalan:
la igualdad de género,
el acceso a una educación de calidad,
el acceso a  la salud y el bienestar, y
el acceso a las oportunidades de empleo y desarrollo económico
El desarrollo sostenible es inherente a una nueva ética en la gestión de gobierno.
Poner por delante el bien común, por encima de intereses partidarios, personales o de perpetuación en el poder es un punto de partida esencial e inevitable si se quiere ser consecuente con los objetivos 2030.
Lo mismo diría de la acción empresarial. Si bien el lucro guía la acción del sector privado, más y más líderes empresariales perciben que el  bien común, y la sostenibilidad ambiental se van convirtiendo,  en los hechos, en su licencia para operar.
Empero, en sociedades donde el conflicto es lo permanente y la resolución de problemas lo accesorio, la incertidumbre ganará cada vez más espacio y tornará más difícil lograr un horizonte común de sostenibilidad.
El derecho a la sostenibilidad integral, no es solamente una necesidad de nuestra generación, sino que fundamentalmente lo es para la generación de nuestros hijos y nietos.
Tenemos la obligación, la responsabilidad y el deber de asegurar que las futuras generaciones puedan tener la capacidad de optar por un modelo de desarrollo diferente al actual. Por ende, no podemos entregarles un planeta herido de  muerte, un tejido social resquebrajado, un modelo económico con el mercado como único referente y un sistema político con valores de corto plazo.
Todo lo contrario, debemos involucrar decididamente a la juventud para que ellos los jóvenes puedan ser los artífices de su propio destino, para que se generen las condiciones viables para una transformación y una transición hacia sociedades orientadas por el bien común, una mejor calidad de vida, donde los derechos se expandan a todos los ciudadanos.
Hacia allí vamos, con nuestro trabajo día a día, si construimos consensos en lugar de conflictos, si resolvemos problemas en lugar de exacerbarlos, si ampliamos el goce de derechos a cada vez más personas en lugar de cercenarlos, si incluimos cada vez más gente en los procesos productivos y sus beneficios en lugar de excluirlos, si el estado y el mercado se combinan de una manera tal que ponen el interés de la gente primero.
Ya es hora de que en nuestro hemisferio, la raza, el lugar donde uno nace, el género o la orientación sexual dejen de ser el obstáculo que separa a la gente de las oportunidades de progreso.
La Declaración de Santo Domingo será fiel reflejo de  que los desafíos multidimensionales del desarrollo sostenible - económicos, sociales y ambientales deberán ser  abordados por instituciones innovadoras, donde del interés sectorial se pase a la dimensión transversal dominada por valores como la equidad, la inclusión y la prosperidad compartida.
Nuestro continente sigue siendo aún hoy, una de las regiones más desiguales del mundo.  La ineficiencia en cuanto a la distribución de ingresos, bienes, acceso a servicios básicos y justicia han sido una constante que afecta  directamente el pleno ejercicio de los derechos políticos, económicos, sociales y culturales de la ciudadanía, y tienen un impacto negativo en la estabilidad de nuestras democracias.
Por ello es crítico mantener los niveles de progreso social logrados en los últimos años.
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