Se suele decir, y la frase tiene algo de razón, que conocemos mejor la geografía de la Luna que la de nuestros propios fondos marinos. A pesar de creer que la era de los exploradores se ha superado ya, aún quedan vastas zonas de nuestro planeta que son desconocidas y que día a día nos siguen sorprendiendo.
Una de estas regiones aún por descubrir son los miles de kilómetros de cuevas que cubren la faz de la Tierra. Laberintos subterráneos en cuya tranquilidad y oscuridad se ha desarrollado la vida creando verdaderos ecosistemas aún por conocer.
El último ejemplo nos llega desde la Cueva de mármol oscuro del californiano Parque Nacional Sequoia, un gigantesco entramado de ramales que consta de más de 200 cavernas que alberga este Parque junto con el vecino de Kings Canyon.
Esta semana un equipo de zoólogos pertenecientes al Instituto Politécnico de Virginia, la Universidad de Texas y el Hampden-Sydney College han publicado el hallazgo de una nueva especie de milípodo de 414 patas al que han denominado Illacme tobini, en honor al biólogo y espeleólogo Ben Tobin por sus contribuciones al descubrimiento.
Los milípodos son un subfilo dentro del filo de artrópodos que se caracterizan por ser los seres con más patas de la Naturaleza. El record absoluto lo ostenta el milípodo conocido como Illacme plenipes, que tiene un total de 700 patas y que curiosamente fue descubierto a pocos kilómetros de este nuevo familiar encontrado en Sequoia Park.
Tal y como suele suceder cuando se descubre una nueva especie existen más preguntas que respuestas. Lo primero que hacen los zoólogos cuando descubren una nueva especie es describirla anatómicamente, lo cual no aporta mucha información en un primer momento y genera numeras incógnitas. En concreto en este recién descubierto invertebrado los expertos se han encontrado con que el milípodo nuevo posee además 4 penes que en realidad son patas modificadas y aproximadamente 200 glándulas por las que expulsa sustancias venenosas.
Su cuerpo está recubierto de largos pelos, vinculados a una especie de pequeñas bocas que en cada una de sus más de 100 segmentos arrojan chorros de un producto químico de funciones defensivas y del que aún se desconoce completamente su composición.
Los propios autores del estudio indican que aún queda un largo trecho para la exploración de nuestro mundo y que la documentación de su impresionante biodiversidad es un paso fundamental para evitar la extinción de muchas especies que se extinguen en el anonimato antes siquiera de darnos cuenta del papel que desarrollan en el ecosistema en el que viven.
Por Javier Peláez.
Por Javier Peláez.
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