LA HABANA (AP) — Llegaron en busca de mojitos y música salsa, y terminaron deambulando en una ciudad calmada y silenciada por nueve días de luto nacional tras la muerte de Fidel Castro.
Mientras Cuba se prepara para rendir un homenaje masivo al líder de la revolución socialista, decenas de miles de turistas se volvieron accidentalmente testigos de la historia, justo en medio de una sombría ciudad que poco tiene de su exuberancia habitual.
"Quién sabe qué pasará mañana o en nueve días en el país, o en el futuro", dijo Graham Palmer, un directivo en finanzas de 36 años de Londres. "Y seguro que miraremos hacia atrás mañana en el aeropuerto y nos sentiremos bastante privilegiados por haber estado aquí".
"Tomamos el periódico Granma de ayer, así que tenemos eso", dijo su acompañante Emma Taylor, una empleada de mercadotecnia de 36 años.
"Creo que incluso podemos pensar en enmarcarla", interrumpió Palmer. "Es muy emotivo".
Sin embargo, ellos y otros turistas coincidieron en que más allá de la sorpresa de estar ahí cuando los cubanos rindan un homenaje a uno de los líderes más influyentes del siglo XX, hay un dejo de pesar por ver una Habana tan apagada.
Los museos han cerrado y la prohibición oficial a la música en vivo hizo que se cancelaran conciertos y no abrieran sus puertas centros nocturnos como el famoso Tropicana. La Habana Vieja se ha quedado estos días sin sus trovadores errantes que normalmente llevan los ritmos de Buena Vista Social Club por las calles de adoquines. Además, los autos clásicos de la década de 1950 que sirven como taxis colectivos, avanzan sin el reggaetón a todo volumen.
Martin Sawicki, un contador de 34 años de Varsovia, Polonia, dijo que no pudo visitar la Universidad de La Habana o la Plaza de la Revolución, donde las cenizas de Castro serán colocadas a partir del lunes para el homenaje. Trabajadores acordonaron los accesos al monumento al héroe de su independencia, José Martí.
Las autoridades también restringieron la venta de alcohol en la ciudad, por lo que aquellos que saborean un puro cubano por primera vez lo tendrán qué hacer sin poder acompañarlo con el tradicional trago de ron.
"Nos dicen, 'disculpen, pero no servimos cerveza''', dijo Sawicki. "Es un poco molesto porque nos gustaría tomar un vaso de cerveza en la noche".
Los cierres probablemente afectan aún más a los cubanos. Los cines a los que se puede ir por unos cuantos centavos fueron también cerrados, junto con teatros y salones de baile.
En la fila afuera de la tradicional heladería Coppelia, en el centro de La Habana, las conversaciones sonaban tenues, en comparación con los tonos animados que caracterizan a los cubanos.
Hay una sensación de que pasar un buen momento sería considerado irrespetuoso para la memoria del hombre que convirtió a Cuba en un Estado socialista y determinó el destino de la isla tras la revolución de 1959 hasta que una enfermedad hizo que dejara el poder hace una década.
"Estamos en duelo porque murió el presidente", dijo Manuel Ruiz, un acomodador de autos de 57 años. "Es un hombre que merece respeto".
Amal Easton, un instructor de artes marciales de 46 años de Boulder, Colorado, había planeado junto con su acompañante intentar acudir a un concierto de Plácido Domingo previsto para la noche del sábado y el cual fue cancelado. En lugar de eso, cruzaron la bahía para asistir a una ceremonia en la que se disparan cañones, que en la época colonial marcaban el cierre del puerto de La Habana; sin embargo, tampoco se realizó.
Easton dijo que había querido venir a Cuba toda su vida y que la muerte de Castro ha provocado conversaciones fascinantes con los cubanos sobre el líder de la revolución, el país y su futuro. Sin embargo, al mismo tiempo —y desde una "perspectiva turística completamente egoísta"— es un poco sombrío. Así que decidieron recortar un día su tiempo en La Habana y regresar a la casa de sus amigos en la plaza de Varadero.