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Un estudio de la universidad de Norhubria realizado a mediados del 2020 -en pleno desarrollo de la pandemia- demostró que los trastornos alimenticios en personas vulnerables han empeorado como consecuencia del gran cambio de rutina, el aislamiento y la sensación de falta de apoyo. Y aunque el estudio se desarrolló en el Reino Unido, puede ser una referencia importante para definir el impacto perjudicial en el bienestar psicológico que ha dejado esta nueva realidad.
9 de cada 10 participantes en la investigación manifestaron sentir que sus síntomas empeoraron y estos efectos negativos pueden deberse no solo a la relación que se tiene con la comida, sino también -entre otras causas- al uso de la tecnología, que aunque se identificó con algunos aspectos positivos, fue también detonante de mayor ansiedad para los más vulnerables por la insistencia en incentivarnos a hacer ejercicios y a ser saludables.
Sin embargo, no todos los contenidos que encontramos en redes sociales están enfocados a ser algo que no todos somos. El Cuerpo que Somos, un proyecto cuyo objetivo es sensibilizar a la sociedad en torno a la relación que tenemos con nuestro cuerpo, es uno de muchos canales que brindan equilibrio en el océano de contenidos dedicados a dictar lo que se considera correcto.
Liliana Gaviria, una de sus fundadoras y coach de vida se abocó a este proyecto tras superar su propia experiencia de desorden alimenticio, con lo cual se enfoca en crear consciencia sobre el trato que le damos a nuestro cuerpo y la relación que tenemos con la alimentación. Y es que muchas veces esta relación con la comida puede ser un detonante de angustia y ansiedad.
Para Gaviria sí hay manera de sanear emocionalmente esa situación. Aunque es un tema profundo y complejo, debemos empezar "por reconocer cuáles son esos conflictos que tenemos a la hora de comer. El alimento no es bueno o malo en sí, es la relación que nosotras tenemos con esos alimentos".
La relación amor-odio más famosa: la comida
Rossana De Jongh, médico especialista en dietética psicocomportamental explica que sin tener un trastorno de conducta alimentaria, puede considerarse normal relacionar la comida con las emociones. "De hecho, el ser humano es la única especie del reino animal que come no solo por suplir energía y satisfacer el hambre, sino que el ser humano come influido por el entorno social, por estar acompañado, por placer o por canalizar sus emociones. De esta manera, por ejemplo, come para anestesiar una emoción negativa como la tristeza, la soledad, el estrés o para hacer más grande una emoción positiva, como la alegría o el compartir".
En este sentido, De Jongh especifica que existen dos tipos de necesidades que son normales, la necesidad fisiológica, cuando sentimos realmente el estómago vacío e identificamos que tenemos hambre; y la necesidad de placer, que es fisiológica y es el antojo en su expresión más simple, y es cuando nos provoca algo que sabemos exactamente que nos va a dar placer. De nada sirve que si nos provoca un chocolate, por ejemplo, pero lo evitamos porque es calórico, nos comemos una manzana, pero no va a suplir la necesidad de placer por chocolate, entonces, nos comemos además una zanahoria, un pepinillo un huevo y al ver que no satisfacemos la necesidad de placer, nos comemos finalmente el chocolate… A la larga nos comimos cuatro veces las calorías del chocolate".
Por otra parte, si no es ninguna de estas cosas las que nos mueve a comer, la médico recomienda preguntarnos: "¿Tengo hambre? ¿Comí bien, completo? ¿Hace cuánto comí?", allí identificamos si realmente tenemos hambre, nos calmamos y hacemos consciente la necesidad.
La situación se complica cuando nos preguntamos dónde sentimos el hambre. "Cuando le pregunto a mis pacientes y no logran identificar que tienen el estómago vacío, o no sienten la necesidad de comer algo específico, es cuando determinamos que hay algo más y que generalmente es emocional. Allí hay que afrontar que hay una emoción que estamos tratando de aliviar con la comida y pasamos a un plano más psicológico. Tenemos que aceptar que hay una emoción, es el primer paso: reconocer no estoy bien, estoy solo, estoy aburrido, estoy cansado, estoy estresado y la solución no está en la comida. Buscamos no sentir y resulta que es humano sentir, tener emociones y hacer frente a esto".
"Te sientes estresado y comes, pero el estrés sigue allí; el aburrido se entretiene 15 minutos comiendo, pero después sigue aburrido… Todas estas cosas ocurrieron y se incrementaron durante la pandemia. Mucha gente, no necesariamente con trastornos alimenticios, busca no sentir, pero lo adecuado es buscar alternativas reales para solucionar lo que nos aqueja".
"Otra de las cosas que ocurrió en la pandemia fue la obsesión por hacer ejercicios, ya que el encierro de alguna manera inducía a comer más, surgía la necesidad de ejercitarse y comer poco, con lo cual no se ataca el problema de fondo y se junta el hambre con las emociones y terminan comiendo más todavía. Pasaste de comer demasiado para aplacar las emociones al hipercontrol y esto sí puede conducir a un trastorno de conducta alimentaria".
De Jongh aconseja siempre tomar un tiempo clave entre el impulso y comer para identificar realmente qué es lo que se siente, si es hambre, si el alimento va a llenar el vacío del estómago, la necesidad de placer o si hay una emoción a la que hay que hacerle frente. "Si sientes que no puedes controlarlo, debes saber que no es una falla, que eres humano simplemente y que hay personas que pueden ayudarnos, como especialistas, terapeutas, psicólogos e incluso psiquiatras, quienes nos dan mejores herramientas para manejar mejor estas emociones".
Liliana Gaviria asegura que como mujer que sufrió trastornos alimenticios durante mucho tiempo, sí podemos alcanzar una relación sana con la comida, pero coincide en que esto requiere de un proceso terapéutico, psicológico que nos ayude a cuestionar todas nuestras creencias.
La psicólogo Liz Amor explica que la mayoría de estos problemas surgen cuando no tenemos la capacidad de sobrellevar nuestras emociones, no podemos distinguir las causas específicas por las cuales tenemos emociones como la tristeza o molestia y nos sabemos cómo manejarlas ni expresarlas.
"Mejorarlo va a depender de cuál sea el problema, pero mucha gente come demasiado por ansiedad, y piensan que la gratificación instantánea (que puede ser la comida) los va a aliviar, pero pronto descubren que su ansiedad sigue allí".
Amor asegura que con la pandemia hemos dejado de lado muchos aspectos psicológicos que son sumamente importantes y esto se refleja en las cifras de ansiedad y en el incremento de problemas emocionales. "No somos seres asociales, relacionarnos con otras personas es tan sano y necesario como tomar agua. Al no lograr ver una solución próxima a la situación mundial, muchas personas han visto aumentar sus problemas emocionales que creen solucionar con gratificaciones como comida o alcohol, por ejemplo. La diferencia en superarlo está en quienes son resilientes y y quienes no. Hablarlo, compartir nuestras emociones en lugar de ahogarlas es determinante".
Vamos a la práctica: cómo mejorar
La psicólogo explica que hay muchos ejercicios para mejorar estas sensaciones que además que nos permiten fortalecer la autoestima, la cual está estrechamente ligada a estas problemáticas y nos ayudan a concentrarnos en otros aspectos de la vida y encontrar el equilibrio.
Un ejercicio sencillo es hacer un árbol en el que cuelgues todos tus logros, los pequeños, los más importantes, todas las cosas que consideres como metas alcanzadas en tu vida.
También es importantísima la práctica de ejercicio físico moderado, porque hace que segreguemos endorfinas que nos hacen sentir bien, nos hacen sentir en el presente.
Meditar y hacer consciente nuestra respiración también es muy enriquecedor, aunque sea cinco minutos al día.
Las técnicas de mindfulness son muy útiles y se trata de estar en el presente, sentir, mirar, oler, observar, saborear todo con consciencia de ello. A esto podemos dedicarle 10 o 15 minutos al día.
Trabajar en reconocer que somos vulnerables y al mismo tiempo complejos. Agradecer lo que hace cada uno de los órganos de nuestro cuerpo, pensar en cómo funcionan y hacernos conscientes de su magnitud.
Trazarnos metas sencillas a corto plazo. Escribir una lista de cosas sumamente sencillas que puedes hacer y te harán sentir bien. Por ejemplo, hoy lograré tomarme dos litros de agua, mañana haré 30 minutos de ejercicios, quiero incluir vegetales en mis tres comidas; haré respiración consciente. Al ir tachándolas visualizas cómo esos pequeños logros te llenan.
Por último, comprender que los alimentos están para nutrirnos, para mantenernos saludables, y que nuestro cuerpo es lo que nos hace estar aquí, por lo que tenemos que cuidarnos en ambos sentidos: el físico y el emocional.
Todos somos diferentes y únicos. No debemos compararnos con otros, sino con nosotros mismos. Enfocarnos en nuestras metas, en nuestros logros. Se trata de conocernos en muchos de nuestros propios aspectos, qué nos gusta qué no, con qué soñamos y qué estamos dispuestos a hacer para mejorar.
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